Arcilla
Soy un cuenco de arcilla y barro fuerte y frágil al mismo tiempo manos me llenaban de agua, de vida. Iba y venía, voy y vengo, pero un día, o tal vez desde el comienzo, surgió una pequeña fisura en mi cuerpo. Tonta, no fue en tu cuerpo, fue en tu interior, en tu ser, en vos misma. Sh, calla que estoy hablando. Esa pequeñísima grieta fue creciendo y creciendo, ya no era solo una, sino una ramificación que abarcaba todo el cuenco. Como las raíces del árbol surcando la tierra, pero la gran diferencia era que el árbol se alimenta de ella. En cambio, mis raíces me partían, me iban rompiendo poco a poco. Ella lo supo, se dió cuenta que algo cambiaba, no solo dentro, sino también fuera, ya su uso de manos ajenas era otro. Tu no quisiste más traer y llevar agua para saciar la sed de otros, eras vos quien ahora tenía sed, y no te dabas cuenta. Ella creía que debía seguir un rumbo, un mandato, lo que les hacía feliz. Aún no se daba cuenta que cada uno tiene su camino. Hasta